sábado, 18 de mayo de 2019

Colombia 3


En el llano SI se puede decir que sale el sol, no aparece trepado en una montaña, sino que brota del suelo, nace del horizonte como una planta, brota como una lagrima, y da la sensación de venir a los saltos por la llanura… cuanto extrañaba la llanura y esas visiones lejanísimas del horizonte… cuanto, que amplia se siente el alma con tanto espacio para volar, con tanto cielo…
Llegamos a Apartado y era el final del camino entre cordillera, habíamos logrado el Caribe en nuestro horizonte. Nos recibió Beltrán con su sonrisa grande para hacernos parte de esa pandilla de “comilonas gourmet”, testeamos bicis de diseño propio, paseamos la ciudad en compañía de Rolando y comimos cangrejos con plátano cocido en gaseosa cola y una bebida licuada con leche y árbol del pan.. sabores bien diferentes a lo conocido!!





Con Rolando como guía, nos fuimos al golfo de Uraba a casa de Marina y Guillermo, quienes desmontaron pequeños espacio de esta parcela a machetazos hace unas décadas, para tener un lugar en el paraíso sin necesidad de morirse… y a este rincón de maravillas llegamos invitados por ellos, transitando a pie un casi invisible sendero de barro, para nuestro primer encuentro con el tibio mar caribe en festejo de los primeros 9 meses de este viaje-vida.
En el corazón mismo de la naturaleza que late clorofila, rastreando lianas en su modo autopista de iguanas, que nos van enredando en las fábulas que Guillermo nos relata, entre aleatorias apariciones de Borges y algunos tangos nos vamos diluyendo en el entorno, desplegamos las alas y enterramos los dedos en este ámbito de múltiples contornos… mientras todo el suelo es hogar de cangrejos de muchos tamaños, que viajan de costadito en la total libertad de su casa grande. Las explosiones son el fin de alguna pelea entre iguanas que terminan cayéndose de las ramas y estallan… apenas tocan tierra salen disparadas como evadiendo miradas y comentarios burlones.









Para amenizar pedaleos calurosos participamos…no!!! Filmamos nuestra primera publicidad para coca cola crush salpicon en un descanso de rehidratación, y siguieron días de pedaleo bajo un sol desesperante hasta llegar a Arboletes, nos metimos al mar como terapia pospedal y luego a la noche volvimos al mar en un intento de refrescar las pieles hasta lo profundo…  la plaza esa noche fue una fiesta, otra ciudad iluminada en la algarabía de las navidades.
Antes o después fuimos a San Pelayo a otra zambullida calida y salada, pasamos a Covenias omitiendo la sugerencia de conocer Moñitos, y el turquesa profundo de esa masa liquida infinita otra vez removió emociones, fue la primera noche que perdimos la batalla ante el calor y los mosquitos a puro manotazo y sabana mojada.









Y en el camino entramos a Lorica y zas!! … el estilo arquitectónico de la ciudad saca de escena todo lo colonial que venimos visitando, aquí las raíces eran otras… sin cuadriculas en las calles, ni tejas en los techos, ni blancas paredes.
El lugar perfecto tambien lo encontramos en Tolú, en un descanso que abarco muchas horas de relax y playas, toda una bahía para nosotros y las bicis, bañado de mar calmao, para descontracturar los tiempos de este transitar dibujando los bordes de un mar caribe cada vez mas azul y siempre calido.
Rodamos la via Pantanales-Cienaga, y flipamos la sucursal del delta rosarino a puro camalote y garza con la estelar de la enorme garza gris con penacho prolijo como coleta elegante sobrevolando la quietud.
La historia de los desplazados fue relatada en primera persona por Nicolaza y su esposo, y nuestro abanico de verdades tan diversas como historias personales, sigue creciendo, sigue mostrando una época puntual, (las guerrillas y los paramilitares y etc… ) desde muchos “zapatos” .En la noche fuimos a la fiesta del porro en otra vivencia novedosa, comimos  naranja con sal mientras los pies descalzos apaleaban el suelo en un baile sin edades, con la virgen como excusa de ese ritual de alegria y encuentro, los abuelos iban llegando y estacionaban su baston para entregarse al ritmo en medio de la polvareda llena de coloridas vestimentas, y el afro expresandose
En esta casa nuestros paladares conocieron la candia (como una chaucha con gusto similar al espárrago) y las familias  cosechando el arroz para su consumo personal, a ambos lados del camino se erguian  las casas sin paredes en esos hogares amplios de contornos difusos.
















Aprendimos también  que los Palengue son poblados que fueron refugio de esclavos que escapaban de las ciudades (como Cartagena) en busca de su libertad y alli recomenzaban su vida en plena selva, los descendientes de esas personas siguen viviendo en esos sitios con su idioma y costumbres propias, alli se festejan las muertes y lloran los nacimientos  (hay un grupo musical de jóvenes de esa tradición que grabaron un  cd se llama Mona ri Panlengue)
Y entre tanta playita, curvas de paisajes de postal, y calores indecentes, llegamos a Cartagena con un primer impacto fuerte,  calles atestadas de un transito enloquecido y ruidoso, nos tomo algunas horas cruzar ese anillo de periferia para entrar de lleno al centro histórico, ese casco encantador con murallas circundantes y protectoras allí plantada en piedra y llena de romanticismo frente al mar con su estilo colonial y sus ruinas carcomidas por el tiempo, que inevitablemente te roba alientos.










Pasamos varios días allí, rodando esos rincones antiquísimos y disfrutando las playas de agua mansa, nos encontramos con Elvis después de tantos meses e investigamos Getsemani un poco, hasta que algo nos llevo a partir hacia Baru, esa promesa de mar turquesa caliente y sereno que acaricia albinas arenas, convertido en multitudinario caos paradisíaco durante el dia para transformarse en la noche en apacibles playas iluminadas por el manto de estrellas que fueron casi para nuestro uso exclusivo.









Luego de varios dias  decidimos retornar a Cartagena, encontrándonos con  Laura en representación de la valentía de la mujer, con ella vivimos la otra ciudad, la no turística , la de los barrios alejados, quizás la mas contemporánea, y juntos compartimos la navidad en el barrio, en charlas tranquilas con vecinos y la música estruendosa y superpuesta saliendo de todas las viviendas circundantes.










Barranquilla,  ciudad caliente, moderna, enorme y bulliciosa que la transitamos como puente para llegar a Santa Marta y esperar la visita de Martha para compartir el año nuevo. Tomamos esa ruta recta con  el viento, ese murmurador que juega los árboles con sus dedos de vidrio y juguetea en fresco sobre la piel húmeda en erizadas sensaciones placenteras. Que lindo día, otro, soleado para el alma que anticipa perfumes de aventuras y calor para la piel, con alegrías que se continúan como en cada jornada de pedal.



Y asi sudando, llegamos a la gran Santa Marta,  antigua y menos maquillada y aun sin  tranvía, y nos instalamos en la espera de la familia para compartir un rato de la fiesta cotidiana de esta vida en movimiento…
Juntos caminamos las callecitas, intercambiamos curiosidades, nos reimos bastante, fuimos a conocer la famosa Taganga que nos resulto la  versión Mar del Plata de este norte, y nos cumplimos el sueño  de visitar Aracataca entre juegos, calor, y mariposas amarillas, en la emocion vibrante de caminar Macondo en una siesta de domingo.
Gracias Marta por traernos dias de familia y esos mimos al alma que duran toda la vida, para cerrar un 2018 de fabula!!








Para comenzar el año nos regalaron una visita Guada y Jero y pulimos destrezas en enfrentamientos ludicos diversos.


Seguimos dibujando los bordes norteños de esta Sudamérica fantástica, ahora con un rumbo este, persistente, desde la selva inmensa montada en cordillera, hacia el desierto de espejismos paradisíacos de la Guajira… Los rayos, los lagartos como prehistoria vigente empiezan a aparecer en las rutas asoleándose, el gran pico nevado de la sierra de Santa Marta allí detrás omnipresente, los tayronas paseándose en sus blancos ropajes que igualan, dejando a la naturaleza lucirse en toda la gama de colores estridentes, el mar de ese azul turquesa profundo y casi verde,  todo pasa enredándose en nuestro andar.
Acordamos una escapada a la finca de doña Carmen bajo la supervisión atenta de don Juan que hasta nos condujo para cruzar la ruta… trotamos cuesta arriba al ritmo de este joven de 87 años que nos dejo sin aliento, allá aprendimos sobre el cacao blanco, la vida en la sierra, la caza en reemplazo al viaje a la carnicería, la dulzura de la rudeza de la vida a la intemperie y por la tarde bajamos entre mariposas para una despedida al vuelo de guacamayas rojas en el contorno manso de las playas solitarias de Tayrona.










Transcurrimos Palomino entre palmeras esbeltas que se eyectan desde las blanquísimas arenas y muchos turistas jipeando las playas, la ruta nos mostró de camino numerosos ríos transparentes y tentadores que descienden desde la gran sierra nevada  a encontrarse con el mar y en cada desembocadura un pequeño poblado se regocija en ese paraíso.
Disfrutamos las aguas del rio Don Diego, y también del río Piedras y  acampamos una noche en la unión del río con el mar de horizontes plenos de Dibuya.







Luego abandonamos las sierras, los bananales eternos, el verde frondoso y las vistas de un mar ideal, todo, en una sola curva, y entramos a La guajira, ese místico territorio en el punto mas norte de América del sur donde el desierto conoció al mar en Colombia, tierras de las tribus wayuu y de los guajiros que amenaza con derretir los cuerpos y las ciclas con ese sol ostentoso.
Mas adelante nos esperaba Riohacha la capital de la guajira con la sorpresa de muchos km de playas anchisimas de arenas finas, un mar exuberante con una gran fabrica de olas, y un plan de convivencia con el kite surfing que con sus velas teñian el cielo de colores, para el ultimo saludo de las playas colombianas.





En la lectura palpable de un área que siempre fue territorio indígena y nadie disputo por riquezas minerales, se nos presento la puerta de entrada a Venezuela…  pero esta es otra historia

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