En el llano SI se
puede decir que sale el sol, no aparece trepado en una montaña, sino que brota
del suelo, nace del horizonte como una planta, brota como una lagrima, y da la
sensación de venir a los saltos por la llanura… cuanto extrañaba la llanura y
esas visiones lejanísimas del horizonte… cuanto, que amplia se siente el alma
con tanto espacio para volar, con tanto cielo…
Llegamos a Apartado y
era el final del camino entre cordillera, habíamos logrado el Caribe en nuestro
horizonte. Nos recibió Beltrán con su sonrisa grande para hacernos parte de esa
pandilla de “comilonas gourmet”, testeamos bicis de diseño propio, paseamos la
ciudad en compañía de Rolando y comimos cangrejos con plátano cocido en gaseosa
cola y una bebida licuada con leche y árbol del pan.. sabores bien diferentes a
lo conocido!!
Con Rolando como guía,
nos fuimos al golfo de Uraba a casa de Marina y Guillermo, quienes desmontaron
pequeños espacio de esta parcela a machetazos hace unas décadas, para tener un
lugar en el paraíso sin necesidad de morirse… y a este rincón de maravillas
llegamos invitados por ellos, transitando a pie un casi invisible sendero de
barro, para nuestro primer encuentro con el tibio mar caribe en festejo de los
primeros 9 meses de este viaje-vida.
En el corazón mismo de
la naturaleza que late clorofila, rastreando lianas en su modo autopista de
iguanas, que nos van enredando en las fábulas que Guillermo nos relata, entre
aleatorias apariciones de Borges y algunos tangos nos vamos diluyendo en el
entorno, desplegamos las alas y enterramos los dedos en este ámbito de
múltiples contornos… mientras todo el suelo es hogar de cangrejos de muchos
tamaños, que viajan de costadito en la total libertad de su casa grande. Las
explosiones son el fin de alguna pelea entre iguanas que terminan cayéndose de
las ramas y estallan… apenas tocan tierra salen disparadas como evadiendo
miradas y comentarios burlones.
Para amenizar pedaleos
calurosos participamos…no!!! Filmamos nuestra primera publicidad para coca cola
crush salpicon en un descanso de rehidratación, y siguieron días de pedaleo
bajo un sol desesperante hasta llegar a Arboletes, nos metimos al mar como
terapia pospedal y luego a la noche volvimos al mar en un intento de refrescar
las pieles hasta lo profundo… la plaza
esa noche fue una fiesta, otra ciudad iluminada en la algarabía de las
navidades.
Antes o después fuimos
a San Pelayo a otra zambullida calida y salada, pasamos a Covenias omitiendo la
sugerencia de conocer Moñitos, y el turquesa profundo de esa masa liquida
infinita otra vez removió emociones, fue la primera noche que perdimos la
batalla ante el calor y los mosquitos a puro manotazo y sabana mojada.
Y en el camino
entramos a Lorica y zas!! … el estilo arquitectónico de la ciudad saca de
escena todo lo colonial que venimos visitando, aquí las raíces eran otras… sin
cuadriculas en las calles, ni tejas en los techos, ni blancas paredes.
El lugar perfecto
tambien lo encontramos en Tolú, en un descanso que abarco muchas horas de relax
y playas, toda una bahía para nosotros y las bicis, bañado de mar calmao, para
descontracturar los tiempos de este transitar dibujando los bordes de un mar
caribe cada vez mas azul y siempre calido.
Rodamos la via
Pantanales-Cienaga, y flipamos la sucursal del delta rosarino a puro camalote y
garza con la estelar de la enorme garza gris con penacho prolijo como coleta
elegante sobrevolando la quietud.
La historia de los
desplazados fue relatada en primera persona por Nicolaza y su esposo, y nuestro
abanico de verdades tan diversas como historias personales, sigue creciendo,
sigue mostrando una época puntual, (las guerrillas y los paramilitares y etc… )
desde muchos “zapatos” .En la noche fuimos a la fiesta del porro en otra
vivencia novedosa, comimos naranja con
sal mientras los pies descalzos apaleaban el suelo en un baile sin edades, con
la virgen como excusa de ese ritual de alegria y encuentro, los abuelos iban
llegando y estacionaban su baston para entregarse al ritmo en medio de la
polvareda llena de coloridas vestimentas, y el afro expresandose
En esta casa nuestros
paladares conocieron la candia (como una chaucha con gusto similar al espárrago)
y las familias cosechando el arroz para
su consumo personal, a ambos lados del camino se erguian las casas sin paredes en esos hogares amplios
de contornos difusos.
Aprendimos también que los Palengue son poblados que fueron
refugio de esclavos que escapaban de las ciudades (como Cartagena) en busca de su
libertad y alli recomenzaban su vida en plena selva, los descendientes de esas
personas siguen viviendo en esos sitios con su idioma y costumbres propias,
alli se festejan las muertes y lloran los nacimientos (hay un grupo musical de jóvenes de esa
tradición que grabaron un cd se llama
Mona ri Panlengue)
Y entre tanta playita,
curvas de paisajes de postal, y calores indecentes, llegamos a Cartagena con un
primer impacto fuerte, calles atestadas
de un transito enloquecido y ruidoso, nos tomo algunas horas cruzar ese anillo
de periferia para entrar de lleno al centro histórico, ese casco encantador con
murallas circundantes y protectoras allí plantada en piedra y llena de romanticismo
frente al mar con su estilo colonial y sus ruinas carcomidas por el tiempo, que
inevitablemente te roba alientos.
Pasamos varios días allí, rodando esos rincones antiquísimos y disfrutando las playas de agua
mansa, nos encontramos con Elvis después de tantos meses e investigamos
Getsemani un poco, hasta que algo nos llevo a partir hacia Baru, esa promesa de
mar turquesa caliente y sereno que acaricia albinas arenas, convertido en
multitudinario caos paradisíaco durante el dia para transformarse en la noche
en apacibles playas iluminadas por el manto de estrellas que fueron casi para
nuestro uso exclusivo.
Luego de varios
dias decidimos retornar a Cartagena, encontrándonos con Laura en
representación de la valentía de la mujer, con ella vivimos la otra ciudad, la
no turística , la de los barrios alejados, quizás la mas contemporánea, y
juntos compartimos la navidad en el barrio, en charlas tranquilas con vecinos y
la música estruendosa y superpuesta saliendo de todas las viviendas
circundantes.
Barranquilla, ciudad caliente, moderna, enorme y bulliciosa
que la transitamos como puente para llegar a Santa Marta y esperar la visita de
Martha para compartir el año nuevo. Tomamos esa ruta recta con el viento, ese murmurador que juega los árboles
con sus dedos de vidrio y juguetea en fresco sobre la piel húmeda en erizadas
sensaciones placenteras. Que lindo día, otro, soleado para el alma que anticipa
perfumes de aventuras y calor para la piel, con alegrías que se continúan como
en cada jornada de pedal.
Y asi sudando,
llegamos a la gran Santa Marta, antigua
y menos maquillada y aun sin tranvía, y nos
instalamos en la espera de la familia para compartir un rato de la fiesta
cotidiana de esta vida en movimiento…
Juntos caminamos las
callecitas, intercambiamos curiosidades, nos reimos bastante, fuimos a conocer
la famosa Taganga que nos resulto la
versión Mar del Plata de este norte, y nos cumplimos el sueño de visitar Aracataca entre juegos, calor, y
mariposas amarillas, en la emocion vibrante de caminar Macondo en una siesta de
domingo.
Gracias Marta por
traernos dias de familia y esos mimos al alma que duran toda la vida, para
cerrar un 2018 de fabula!!
Para comenzar el año
nos regalaron una visita Guada y Jero y pulimos destrezas en enfrentamientos
ludicos diversos.
Seguimos dibujando los
bordes norteños de esta Sudamérica fantástica, ahora con un rumbo este,
persistente, desde la selva inmensa montada en cordillera, hacia el desierto de
espejismos paradisíacos de la Guajira… Los rayos, los lagartos como prehistoria
vigente empiezan a aparecer en las rutas asoleándose, el gran pico nevado de la
sierra de Santa Marta allí detrás omnipresente, los tayronas paseándose en sus
blancos ropajes que igualan, dejando a la naturaleza lucirse en toda la gama de
colores estridentes, el mar de ese azul turquesa profundo y casi verde, todo pasa enredándose en nuestro andar.
Acordamos una escapada
a la finca de doña Carmen bajo la supervisión atenta de don Juan que hasta nos
condujo para cruzar la ruta… trotamos cuesta arriba al ritmo de este joven de
87 años que nos dejo sin aliento, allá aprendimos sobre el cacao blanco, la
vida en la sierra, la caza en reemplazo al viaje a la carnicería, la dulzura de
la rudeza de la vida a la intemperie y por la tarde bajamos entre mariposas
para una despedida al vuelo de guacamayas rojas en el contorno manso de las
playas solitarias de Tayrona.
Transcurrimos Palomino
entre palmeras esbeltas que se eyectan desde las blanquísimas arenas y muchos
turistas jipeando las playas, la ruta nos mostró de camino numerosos ríos
transparentes y tentadores que descienden desde la gran sierra nevada a encontrarse con el mar y en cada
desembocadura un pequeño poblado se regocija en ese paraíso.
Disfrutamos las aguas
del rio Don Diego, y también del río Piedras y acampamos una noche en la unión del río con el
mar de horizontes plenos de Dibuya.
Luego abandonamos las
sierras, los bananales eternos, el verde frondoso y las vistas de un mar ideal,
todo, en una sola curva, y entramos a La guajira, ese místico territorio en el
punto mas norte de América del sur donde el desierto conoció al mar en Colombia,
tierras de las tribus wayuu y de los guajiros que amenaza con derretir los
cuerpos y las ciclas con ese sol ostentoso.
Mas adelante nos
esperaba Riohacha la capital de la guajira con la sorpresa de muchos km de
playas anchisimas de arenas finas, un mar exuberante con una gran fabrica de
olas, y un plan de convivencia con el kite surfing que con sus velas teñian el
cielo de colores, para el ultimo saludo de las playas colombianas.
En la lectura palpable
de un área que siempre fue territorio indígena y nadie disputo por riquezas
minerales, se nos presento la puerta de entrada a Venezuela… pero esta es otra historia
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