miércoles, 12 de junio de 2019

Venezuela, territorio de lo posible


Pocas veces el destino nos mantuvo en modo alerta durante tanto tiempo como la previa de Venezuela, dejamos Riohacha placidos y satisfechos después de esos días en el edén del kite-surfing. 
La ruta hacia Maicao (frontera) fue solitaria y ventosa con escenografias  desérticas de vegetación espinosa, y esa pepa de sol inclemente danzando sobre nuestras molleras.
Maicao fue la representación de Ciudad del Este en un deja-vu caribeño y desde ahí pedaleamos con el viento en la cara hasta la línea de frontera, ese teatro donde tantos actos se suceden al unísono en melodías tan individualistas…Dura fue la experiencia, un tanto tensa, la exageración de la corrupción ahí exhibida.
Cruzar la imaginaria línea divisoria nos transporto a una imagen post-apocalíptica que nunca habíamos vivido, como si hubiésemos abierto una hendija a la entraña de MAD MAX, el sol ególatra reinando sobre las miserias, los edificios paupérrimos de la puerta de entrada a un país, comandados por personajes bizarros y con ínfulas de poder por solo vestir un uniforme y un aroma que dominaba el ambiente, la gasolina, moneda de vida en este entorno, la aridez infinita, la pobreza perenne y amarillenta, las autos de otro tiempo… solo faltaban los camera-man y todo el detrás de escena que certificaran la ficción..
Luego, ya adentrados en tierras venezolanas con la incertidumbre a flor de piel, el paisaje fotográfico lentamente se fue trastocando por el paisaje humano. Empezamos a sentirnos cuidados, muy cuidados por seres que en esa situación difícil intentan preservarnos para que admiremos las bellezas de su tierra, que nos abren su casa y su corazón para eso tan fascinante que es compartir, que nos agradecen una y otra vez la visita a estos lugares que tantos están abandonando
Llegamos primero a Maracaibo y en los relatos de la charla amiga, se producen rápidamente una ebullición de emociones que nos ponen la proa directo a navegar estos horizontes, a querer conocer mas y mas de este país fabuloso de gentes que enamoran.
Allí conocimos la Gaita de la mano de Azamir, en la comodidad de la casa entre risas y anécdotas, y así este estilo de música local se guardo en un cofre muy preciado, fuimos avanzando en su historia con los ritmos e instrumentos (el cuatro) y luego paseamos las calles del barrio Santa Lucia casi vivenciando los recitales de gaiteros en las esquinas coloridas.
El paseo por el casco histórico estuvo a cargo de Cesar y algún otro día Elio como así también Ángel nos acompañaron de tour a pedales por otros rincones.
Nos abrieron la puerta a remar esa masa infinita de lago con ínfulas de mar y llegamos hasta la isla en patota entre juegos y canciones, poniendo al día nuestra abstinencia de kayak, toda una aventura acuática sobre ese lecho que guarda las reservas petroleras mas grandes de esta latitud.
En las noches las actividades fueron heterogéneas: Susana intento enseñarnos a bailar, Moraima nos regalo sesiones de spa masajes y cuidados del alma, las radios se ponían en contacto para entrevistas, los amigos del pedal estaban atentos a que nuestra agenda de actividades no quedara vacía, los agasajos culinarios de Janeth nos poblaron de sabores nuevos y conversas fraternales, y todos los etcétera que fueron tantos!


































Nuestra "otra" colección de imágenes

El sol incalificable, la Venecia de aromas caribeños, las calles solitarias barridas por la brisa, los autos de otro tiempo derrochando fósiles, el transporte publico inverosímil sin horarios ni ventanillas, la ciudad oscura y silenciosa con sabores nuevos que promete calles como cajas de Pandora, que se iluminan en la bondad de algún vecino que deja encendido su foco de la fachada, las enormes concesionarias vacías haciendo gala del consumismo pasado, los semáforos en huelga perpetua de luz, los casinos clausurados en esas mega-construcciones fantasma…
Y la basura, que decir, imposible meterla ya bajo la alfombra… una ciudad sin recolección haciendo en cada hueco su relleno sanitario, el lago contaminado, este inmenso mar dulce que tapa la cuenca petrolífera gigante, como saco recolector donde llegan lo efluvios sin tratamiento, para luego beber sus aguas
El viento silbando melodías ostentosas, despeinando risas, empujando las bicis en soplos aleatorios, ególatra y persistente se enreda en los días y despeja todo el cielo para la llegada de la gran reina blanca a la noche, y sigue sonando en la ventana melodías de arrorro… vergacion!!!!!!


Luego...
La ruta hacia Coro con tentativas de bus fluye en una cola de lujo con despedidas emotivas de nuestra nueva familia maracucha.
Y los medanos, ese mar sin agua en movimiento perpetuo y dorado, nos encandilan con urgencia, emergiendo de las rutas a puro monte bajo y culebra, con sonido de música llanera como telón costumbrista.
El casco histórico de Coro, la primera ciudad de este país con sus ya 500 años, antiquísimo y colorido nos seduce  a saborear sus adoquinadas calles en busca de postales para capturar con la lente y sus gentes, sus gentes... con el mismo calor que su paisaje!











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