Pocas veces el destino nos mantuvo en modo alerta durante tanto
tiempo como la previa de Venezuela, dejamos Riohacha placidos y satisfechos
después de esos días en el edén del kite-surfing.
La ruta hacia Maicao (frontera) fue solitaria y ventosa con escenografias desérticas de vegetación espinosa, y esa pepa de sol inclemente danzando sobre nuestras molleras.
La ruta hacia Maicao (frontera) fue solitaria y ventosa con escenografias desérticas de vegetación espinosa, y esa pepa de sol inclemente danzando sobre nuestras molleras.
Maicao fue la representación de Ciudad del Este en un deja-vu
caribeño y desde ahí pedaleamos con el viento en la cara hasta la línea de
frontera, ese teatro donde tantos actos se suceden al unísono en melodías tan
individualistas…Dura fue la experiencia, un tanto tensa, la exageración de la
corrupción ahí exhibida.
Cruzar la imaginaria línea divisoria nos transporto a una imagen post-apocalíptica
que nunca habíamos vivido, como si hubiésemos abierto una hendija a la entraña
de MAD MAX, el sol ególatra reinando sobre las miserias, los edificios paupérrimos
de la puerta de entrada a un país, comandados por personajes bizarros y con ínfulas
de poder por solo vestir un uniforme y un aroma que dominaba el ambiente, la
gasolina, moneda de vida en este entorno, la aridez infinita, la pobreza perenne
y amarillenta, las autos de otro tiempo… solo faltaban los camera-man y todo el
detrás de escena que certificaran la ficción..
Luego, ya adentrados en tierras venezolanas con la incertidumbre a
flor de piel, el paisaje fotográfico lentamente se fue trastocando por el
paisaje humano. Empezamos a sentirnos cuidados, muy cuidados por seres que en
esa situación difícil intentan preservarnos para que admiremos las bellezas de
su tierra, que nos abren su casa y su corazón para eso tan fascinante que es
compartir, que nos agradecen una y otra vez la visita a estos lugares que tantos están abandonando
Llegamos primero a Maracaibo y en los relatos de la charla amiga,
se producen rápidamente una ebullición de emociones que nos ponen la proa
directo a navegar estos horizontes, a querer conocer mas y mas de este país
fabuloso de gentes que enamoran.
Allí conocimos la Gaita de la mano de Azamir, en la comodidad de
la casa entre risas y anécdotas, y así este estilo de música local se guardo en
un cofre muy preciado, fuimos avanzando en su historia con los ritmos e
instrumentos (el cuatro) y luego paseamos las calles del barrio Santa Lucia
casi vivenciando los recitales de gaiteros en las esquinas coloridas.
El paseo por el casco histórico estuvo a cargo de Cesar y algún
otro día Elio como así también Ángel nos acompañaron de tour a pedales por otros rincones.
Nos abrieron la puerta a remar esa masa infinita de lago con ínfulas
de mar y llegamos hasta la isla en patota entre juegos y canciones, poniendo al
día nuestra abstinencia de kayak, toda una aventura acuática sobre ese lecho
que guarda las reservas petroleras mas grandes de esta latitud.
En las noches las actividades fueron heterogéneas: Susana intento
enseñarnos a bailar, Moraima nos regalo sesiones de spa masajes y cuidados
del alma, las radios se ponían en contacto para entrevistas, los amigos del
pedal estaban atentos a que nuestra agenda de actividades no quedara vacía, los
agasajos culinarios de Janeth nos poblaron de sabores nuevos y conversas
fraternales, y todos los etcétera que fueron tantos!
Nuestra "otra" colección de imágenes
El sol incalificable, la Venecia de aromas caribeños, las calles
solitarias barridas por la brisa, los autos de otro tiempo derrochando fósiles,
el transporte publico inverosímil sin horarios ni ventanillas, la ciudad oscura
y silenciosa con sabores nuevos que promete calles como cajas de Pandora, que
se iluminan en la bondad de algún vecino que deja encendido su foco de la
fachada, las enormes concesionarias vacías haciendo gala del consumismo pasado,
los semáforos en huelga perpetua de luz, los casinos clausurados en esas mega-construcciones
fantasma…
Y la basura, que decir, imposible meterla ya bajo la alfombra… una
ciudad sin recolección haciendo en cada hueco su relleno sanitario, el lago
contaminado, este inmenso mar dulce que tapa la cuenca petrolífera gigante,
como saco recolector donde llegan lo efluvios sin tratamiento, para luego beber
sus aguas
El viento silbando melodías ostentosas, despeinando risas,
empujando las bicis en soplos aleatorios, ególatra y persistente se enreda en
los días y despeja todo el cielo para la llegada de la gran reina blanca a la
noche, y sigue sonando en la ventana melodías de arrorro… vergacion!!!!!!
Luego...
La ruta hacia Coro con
tentativas de bus fluye en una cola de lujo con despedidas emotivas de nuestra
nueva familia maracucha.
Y los medanos, ese mar sin agua en movimiento perpetuo y dorado, nos
encandilan con urgencia, emergiendo de las rutas a puro monte bajo y culebra,
con sonido de música llanera como telón costumbrista.
El casco histórico de Coro, la primera ciudad de este país con sus
ya 500 años, antiquísimo y colorido nos seduce
a saborear sus adoquinadas calles en busca de postales para capturar con
la lente y sus gentes, sus gentes... con el mismo calor que su paisaje!
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