La Ruta

lunes, 23 de marzo de 2020

Vastisimo Brasil





Me siento en la bici cada mañana y embebo mis pupilas y oídos en los colores y melodías del paisaje,  en esa música tan mía transito el tiempo tarareando los vagos cantos de silencio que compongo. En estos siglos de vivir soñando, soñar imaginando, imaginar viajando sin prisa  y viviendo al unísono, conquistando con la imaginación, y buceando mares adentro en busca de ese YO… erase una vez, que un buen día llegamos a Brasil migrando desde el norte, en medio de la aventura más adrenalinica de todo el viaje, saliendo de esa Venezuela inolvidable y amorosa sin sellar pasaporte, para entrar sin paracaídas ni avión por la pista de aterrizaje de un aeropuerto fronterizo donde un cartel anunciaba “Bem-vindos a Brasil” y nuestra posición volvió a aparecer en el GPS… y nuestro corazón volvió a trotar otra vez acompasado, agradecido.
Luego en una sucesión de pequeñeces, el asombro ante   todo lo que ya NO nos era cotidiano nos sorprendió en deja-vu…  las estaciones de servicio con “servicios”, la tecla de la luz que accionaba una bombilla, las heladeras funcionando y llenas, los mercados embriagados de colores y productos, los cajeros disponibles y con dinero, los bares abiertos y con clientes, las concesionarias con vehículos en exhibición, la policía con menos ostentación de armas y casi ausente en las rutas, y muchos etcéteras diminutos que se hacían gigantes y nos embriagaron los días posteriores en este volver al sistema conocido
Tardamos (y tarareamos) 3 jornadas de pedal y calor por territorio Brasilero hasta llegar a Boa Vista para  encontrarnos con Denisse y Guilherme en otro descanso de abrazo amigo, enarbolando la gran meta del amor a la vida.




La cuidad de Boa vista se nos mostró  en su diseño moderno apostando a un gran futuro, con esa previsión de crecimiento planificado invitándonos a recorrerla a pie, en bici,  o conducidos por nuestros anfitriones entre juegos y risas multiplicadas, y abundante afán en tender los puentes que saltan la diferencia idiomática, Ellos, poseedores de esa paz interna que todo lo invade y relaja, nos abrieron las puertas y los brazos y llenaron de admiración nuestros días en una muestra de cómo el deseo supera las adversidades, de la fuerza de los sueños y la libertad así tan benévola como estilo de vida de todas esas vidas… si, admiración sentimos,  y otra vez ese trueque infinito y espontaneo.
Fito tenia razón, la alegría NO es solo brasilera, pero definitivamente en este enorme territorio es una epidemia…Escuche por ahí que antes que los portugueses descubrieran Brasil, el Brasil ya había descubierto la felicidad… y para confirmarlo llegaron los días de carnaval, en nuestra primera vez en esta comarca para estas fechas el  uni  Nos encontró (por si todo ya no fuera suficiente) con Francisco y Livi (de Maracaibo había pasado ya tantos km por nuestro calendario interno) para añorar  Venezuela y caminar juntos las calles de celebración,  impregnándonos en esa muestra de que el júbilo y regocijo siguen siendo estandartes brasileros, que solo es necesario que suene música y ellos inmediatamente hacen que el momento sea una fiesta, y fluye  la protesta nacida de la alegría, y el desparpajo sin horario, y los disfraces por que sí, y las generaciones todas mezcladas, y el calor en todos los momentos, y en la sangre… gracias hermanos, por mostrarnos como casi todo se puede expresar desde el festejo.












Nuestras monturas de acero tuvieron un día de spa en ese lugar tan regio, donde nos trataron como celebres ciclistas…. Vecinos… igualmente hicimos caso de nuestras insaciables inquietudes y nadamos en un igarapé oculto, de aguas cristalinas en un túnel enmarañado de verdes  y nos dejamos conducir por Guilherme y Denisse en todo el deleite de la degustación del açaí en sus muchas versiones, aprendimos que Quilombo es el lugar donde huyeron los esclavos, al igual que los palenque en Colombia, y aun hoy preservan la cultura, el idioma, algún territorio, etc… y ESTAN








Hace tanto que no escribo, días, siglos, kilómetros de abstinencia incierta, estancada en paisajes que me abrazan entre nada y nada, entre todo y todo… allá lejos y hace poco, un día partimos de Boa Vista…  como costo dar ese primer paso, llenar las alforjas de todos nuestros petates que andaban ya queriendo tomar parte de la casa, llenar nuestros corazones del enorme amor espontaneo y sincero para no dejar colar la nostalgia en esa despedida debajo del mismo “cajueiro” que fue la contraseña del primer encuentro, para zambullirnos nuevamente en el mar tan sugestivo del movimiento diario,  otra vez la infinita cinta gris que nos enlaza los primeros 100 km  rumbo a Manaus fueron en ese calor inaudito que desmaya la estabilidad, y ese cielo azul limpio y sereno, donde flotan siempre nubes imperfectas en un fondo de recuerdos de  pigmentos dispares
Nos cruzamos en la ruta con el periodista que nos entrevistó en la frontera de Venezuela... otra vez la “casualidad” nos acerca la nota de la que fuimos parte y que queríamos leer pero se nos había perdido en las redes esquivas... y perseveramos con proa al sur  con un promedio diario de 100 km que parecen no acercarnos a la meta… que nos dimensionan un Brasil tan vasto que pone las distancias casi siempre en 4 dígitos ¡colosal!!
Nos dejamos atravesar por el trayecto y aparecen las jacanas verdaderas, las mismas que habitan en el humedal de nuestra casa y ya no vemos a sus primas descoloridas revoloteando las lagunas, las garzas se suman y son multitudes en cada charco y así se van multiplicando las aves con canto de barítono y de los otros, a medida que nos alejamos de la gran sabana… o que nos acercamos a la amazonia... las guacamayas en parejas pasan gritándose algunas sugerencias, las garzas grises y los Martín pescador nos pintan de nostalgia el alma, las María mulata que siguen siendo mayoría en todas las latitudes, los muchos pequeños multicolores  y aquellas  cigüeñas gigantes de cuello negro que son sin duda las reinas de las zancudas y nos hacen vivir en Avatar por muchos momentos. Y  así, mientras nos pasan los km entretenidos con los pajaritos, el verde de los arboles va elevando su altura con disimulo, y en algún día sorpresivo las palmeras ya dejaron de sobresalir en altura y ahora la mata amenaza devorarse la rodovia y el cielo, los ruidos del interior de esa selva también se elevan bien alto… entretanto, dormimos en los ríos una y otra vez probando playas de aguas cálidas, con fogones de rutina y cielos colosales que regalan estrellas fugaces para observadores asiduos






Van muchos días desde Boa Vista solo pedaleando… cada jornada de muchos km con paradas de descanso al mediodía cubriéndonos del sol en lugares elegidos, o que nos eligen… en la cinta asfáltica vemos restos de animales exóticos (para nosotros) varios cocodrilos, víboras multicolores, oso hormigueros y los carteles siguen anunciando ciervos que cruzan la vía
Los camiones nos pasan cargados de cadáveres de árboles gigantes, pero bien gigantes!!!  los aserraderos son muchos y  dejan al desnudo  el impacto en nuestros rostros de ver que los troncos acostados para el trozado son más altos que las personas que los fraccionan.. estamos acabando la selva, que tristeza esta industrialización de semejante pulmón de vida, que inhumanas las quemas inmensas que nos acompañaron los 800 km  dejando extensísimos desiertos de negrura que en algún futuro próximo serán campos de cultivo (o de monocultivo) y el éxodo de animales desde el fuego hacia la ruta donde la muerte los alcanza también  nos anuda las palabras… desde nuestro transito bien lento pudimos ser testigos hasta de una masiva  migración de ciempiés que desafiaba todo el tramo cruzando la ruta en estampida desde las llamas hacia la promesa falsa del verde en la mano de enfrente, todos esos minúsculos seres vivos nos ofrecían sus éxodos como muestras silenciosas  de la calamidad de este mar de individualidad, racismo, odio, apatía, consumo y desidia que nos envilece como especie
Cruzamos la reserva Waimiri Atroari como una experiencia ancestral, como el punto culminante de este paseo por la historia de nuestra América, en el vértice exacto donde todo aún sigue casi igual, la naturaleza libre, el hombre habitando con poco impacto en sus costumbres viejas… llegamos a cruzar los 130 km en las horas que la ruta permanece abierta, respetando la exclusividad  nocturna de los animales, sin sacar ninguna foto, tal cual lo pedían los carteles y casi sin salirnos del estado de sorpresa permanente. El calor húmedo invadiendo todas las sensaciones, mientras el sol y las lluvias alternan las horas en este sauna vivo, y así sigue el clima en los sucesivos días de amazonia hasta llegar nuevamente al Ecuador en esta vuelta por nuestra América, la latitud 0 nos saluda desde un simple monumento y grandes cambios en tan pocos km; desde la ausencia de lluvias en casi una sequía que nos acompañó en el hemisferio norte, a días de lluvia y sol pleno momentáneo, con altísima humedad a pocos km de la línea divisoria, en un pase abracadabresco el nuevo hemisferio se volvió un sauna que hace posible que hasta las piedras parezcan fértiles y como siguiente etapa Puerto Figuereido es, con previo aviso, una parada rebosante de contacto con la selva madre.
Nos detenemos completamente a empaparnos de verde y vida en el gran pulmón del mundo… a dormir en el arrullo de mil ranas las noches de plenilunio de marzo, a lavar el aura en las lluvias de todos los días mientras intentamos descifrar como el agua de los ríos e igarapés se torna tan roja conservando la transparencia y limpidez, asistimos a las cosechas matutinas de açaí  por el grupo especializado de guacamayas de la palmera vecina, el amanecer sonoro de la selva en tan alto volumen (alcanzado por los más© diminutos seres que la habitan) caminamos la floresta oscura, de pisos acolchados que permiten hundir cada paso sin dejar huella (aunque el hombre como especie insista en NO pasar desapercibido)  y otra vez no pudimos plasmar en fotos la magnificencia del derredor pues ninguna lente satisface la comparación.
El uni puso en nuestra entrada 2 amigos maravillosos que nos acompañaron en este aprendizaje Daniel y Paulo, que ya quedaran por siempre en nosotros como el más entrañable recuerdo del lugar… además de ocuparse de nuestro bienestar ellos nos motivaron y acompañaron a trepar las cuestas, a seguir las huellas, a leer la selva, a mirar en esa saturación de clorofilas y gruñidos… a ver! , juntos Intentamos slack-line en plena amazonia y nadamos en el agua helada de las cachoeiras escondidas















… un buen día comenzó la temporada de sorpresas, esa noche de corridas violentas del camping nos despertaron, entre gritos y amenazas de muerte arrancamos la jornada varias horas antes del amanecer navegando sensaciones feas, pero todo pareció ir mejorando en el transcurso de las horas…  la promesa de una caminata por la mata cerrada para llegar a una cachoeira se hizo realidad, para ver más íntimamente esto que tanto nos seduce… la amazonia viva, mas luego la segunda sorpresa nos mostró que la cuenta del banco ya no tenía $$ y nos fuimos a dormir en la incertidumbre   con esta carga comenzamos el nuevo dia preparando las bicis para partir hacia  Manaus y saliendo, a tan solo 8 km nos chocamos la tercer sorpresa, el celu del Doc ya  no venía con nosotros… las sensaciones se suceden en desorden, casi todas desagradables y vertiginosas… todo esto viene coronando una seguidilla de pérdidas materiales de los últimos días que estallan juntas en una búsqueda del tan mentado “porque” sin respuestas
En este entorno interior, continuo el viaje, la mata de fábula siempre a los lados de la ruta, el calor bien húmedo que logra sacar lágrimas de sudor a las partes más improbables del cuerpo y las lluvias torrenciales sorpresivas que te recuerdan por minutos que esto es “la selva” también…
Algunos crepúsculos más...  y llegamos a Manaus

miércoles, 12 de junio de 2019

Venezuela, territorio de lo posible


Pocas veces el destino nos mantuvo en modo alerta durante tanto tiempo como la previa de Venezuela, dejamos Riohacha placidos y satisfechos después de esos días en el edén del kite-surfing. 
La ruta hacia Maicao (frontera) fue solitaria y ventosa con escenografias  desérticas de vegetación espinosa, y esa pepa de sol inclemente danzando sobre nuestras molleras.
Maicao fue la representación de Ciudad del Este en un deja-vu caribeño y desde ahí pedaleamos con el viento en la cara hasta la línea de frontera, ese teatro donde tantos actos se suceden al unísono en melodías tan individualistas…Dura fue la experiencia, un tanto tensa, la exageración de la corrupción ahí exhibida.
Cruzar la imaginaria línea divisoria nos transporto a una imagen post-apocalíptica que nunca habíamos vivido, como si hubiésemos abierto una hendija a la entraña de MAD MAX, el sol ególatra reinando sobre las miserias, los edificios paupérrimos de la puerta de entrada a un país, comandados por personajes bizarros y con ínfulas de poder por solo vestir un uniforme y un aroma que dominaba el ambiente, la gasolina, moneda de vida en este entorno, la aridez infinita, la pobreza perenne y amarillenta, las autos de otro tiempo… solo faltaban los camera-man y todo el detrás de escena que certificaran la ficción..
Luego, ya adentrados en tierras venezolanas con la incertidumbre a flor de piel, el paisaje fotográfico lentamente se fue trastocando por el paisaje humano. Empezamos a sentirnos cuidados, muy cuidados por seres que en esa situación difícil intentan preservarnos para que admiremos las bellezas de su tierra, que nos abren su casa y su corazón para eso tan fascinante que es compartir, que nos agradecen una y otra vez la visita a estos lugares que tantos están abandonando
Llegamos primero a Maracaibo y en los relatos de la charla amiga, se producen rápidamente una ebullición de emociones que nos ponen la proa directo a navegar estos horizontes, a querer conocer mas y mas de este país fabuloso de gentes que enamoran.
Allí conocimos la Gaita de la mano de Azamir, en la comodidad de la casa entre risas y anécdotas, y así este estilo de música local se guardo en un cofre muy preciado, fuimos avanzando en su historia con los ritmos e instrumentos (el cuatro) y luego paseamos las calles del barrio Santa Lucia casi vivenciando los recitales de gaiteros en las esquinas coloridas.
El paseo por el casco histórico estuvo a cargo de Cesar y algún otro día Elio como así también Ángel nos acompañaron de tour a pedales por otros rincones.
Nos abrieron la puerta a remar esa masa infinita de lago con ínfulas de mar y llegamos hasta la isla en patota entre juegos y canciones, poniendo al día nuestra abstinencia de kayak, toda una aventura acuática sobre ese lecho que guarda las reservas petroleras mas grandes de esta latitud.
En las noches las actividades fueron heterogéneas: Susana intento enseñarnos a bailar, Moraima nos regalo sesiones de spa masajes y cuidados del alma, las radios se ponían en contacto para entrevistas, los amigos del pedal estaban atentos a que nuestra agenda de actividades no quedara vacía, los agasajos culinarios de Janeth nos poblaron de sabores nuevos y conversas fraternales, y todos los etcétera que fueron tantos!


































Nuestra "otra" colección de imágenes

El sol incalificable, la Venecia de aromas caribeños, las calles solitarias barridas por la brisa, los autos de otro tiempo derrochando fósiles, el transporte publico inverosímil sin horarios ni ventanillas, la ciudad oscura y silenciosa con sabores nuevos que promete calles como cajas de Pandora, que se iluminan en la bondad de algún vecino que deja encendido su foco de la fachada, las enormes concesionarias vacías haciendo gala del consumismo pasado, los semáforos en huelga perpetua de luz, los casinos clausurados en esas mega-construcciones fantasma…
Y la basura, que decir, imposible meterla ya bajo la alfombra… una ciudad sin recolección haciendo en cada hueco su relleno sanitario, el lago contaminado, este inmenso mar dulce que tapa la cuenca petrolífera gigante, como saco recolector donde llegan lo efluvios sin tratamiento, para luego beber sus aguas
El viento silbando melodías ostentosas, despeinando risas, empujando las bicis en soplos aleatorios, ególatra y persistente se enreda en los días y despeja todo el cielo para la llegada de la gran reina blanca a la noche, y sigue sonando en la ventana melodías de arrorro… vergacion!!!!!!


Luego...
La ruta hacia Coro con tentativas de bus fluye en una cola de lujo con despedidas emotivas de nuestra nueva familia maracucha.
Y los medanos, ese mar sin agua en movimiento perpetuo y dorado, nos encandilan con urgencia, emergiendo de las rutas a puro monte bajo y culebra, con sonido de música llanera como telón costumbrista.
El casco histórico de Coro, la primera ciudad de este país con sus ya 500 años, antiquísimo y colorido nos seduce  a saborear sus adoquinadas calles en busca de postales para capturar con la lente y sus gentes, sus gentes... con el mismo calor que su paisaje!