La Ruta

martes, 8 de mayo de 2018


Tilcara querido…

La amalgama de los sabores que mixturan tiempo y paciencia en una caricia sin contornos, se respira en cada momento, en este destino salvado del pálido sucederse de los días..
Acá, ahora, ahorita, cada singular experiencia bajo estos soles hipnóticos nos viste de la humildad correspondiente ante la magnificencia de la madre naturaleza, el silencio aturdidor del paisaje, la tranquilidad contagiosa de las personas que habitan estas alturas, y la sincronicidad maravillosa con que la vida nos premia…
Como perlas engarzadas de un brazalete, se suceden nuestras jornadas… y así andamos, absorbiendo sol para la fotosíntesis de la alegría cotidiana… en este sano regocijo del conocimiento hecho a través de experiencias, de practicar a diario intercambios que no involucran el dinero y estimulan los instintos y la confianza, generando poderosos anticuerpos a la apatía y el individualismo… va transcurriendo este tiempo tilcareño en la confirmación de que el mundo es aun un buen lugar para vivir.
Un párrafo aparte, una experiencia que se fija diferente en nuestro recuerdo, un afecto lleno de melodías, les debemos a nuestros anfitriones (no se en que orden nombrarlos) Ceci, Maria, Blas, Susana… de la gran casa que nos cobija el cuerpo y el alma, que nos sorprende en violines,  nos emociona con conciertos de piano mientras preparamos la cena,  nos sacude con el cine de mensajes fuertes, nos llena de brillo con las mañanas pobladas de risas infantiles y …todo esto enmarcado en al abrazo de la confianza absoluta, del afecto sin currículum … si SI, recontra confirmando que podemos compartir con las personas algo mas fuerte que las diferencias.

Y aquí en la quebrada las tardes de juego se suceden bajo títulos diferentes, en esos seudónimos que les inventamos para que combinen con el marketing … trekking, pedaleadas, búsqueda de restos fósiles, habitar cuevas donde el hombre vivió hace miles, salidas fotográficas, geología, avistaje de formas en las paredes de los cerros, ángeles arcabuceros colonizadores de apachetas, anécdotas sin tiempo relatadas por abuelas sin edad, búsqueda de senderos de piedras en lechos de ríos de piedra, en mares de piedra homogéneas, y en esta fracción de eternidad nos acompañan transeúntes que coinciden  en este espacio-tiempo, o compañeros de juegos… que se suman con esa espontaneidad y optimismo sin  barreras, con sus niños interiores bien exteriorizados

Y en los alrededores de esta casa temporal… descubrimos colores en muchas variantes…
  • Waira con su río de piedra que intenta desorientar nuestra orientación , con caminos sinuosos, angostos, y en el filo de los cerros que cuando uno puede vencerlos nos premia con la majestuosidad de sus cavernas en un silencio estruendoso
















  • Juella o Jueya con su gente amable que da bienvenidas a los viajeros, en su cerro amarillo custodiado y defendido por estas mismas personas que se tornan una sola para pelearla y su pucara custodiado en su base por Alcira que nos pide escuchar el silencio de los antiguos y nos enseña su historia, y así también antes de iniciar el paso, pedir permiso a la pachamama. Y el mismo Pucara custodiado por sus guardianes, los Cardones que se yerguen en toda esa meseta y que en el saber de los originarios toman los espíritus de sus guerreros















  • Maimara … sus laderas del cerro que alguna vez un universo ocioso se detuvo a jugar con sus colores y pinceles creando esa maravillosa paleta o por su camino interno bajo el sol y donde el viento juega con la polvareda , nos descubre las quintas como jardines floridos con colores indescriptibles y aromas que invitan a un lento pedaleo







  • La Garganta del diablo una caminata de horas nos permite descender a una quebrada de paredes altísimas  donde el sol por momentos pide permiso para entrar, con un hilo de agua que juega a cambiar recorridos y piedras de formas, tamaños, colores distintos que se obstinan en formar puentes sobre el   agua para llegar por fin a la cascada ruidosa imponente con su agua fresca que nutre esa porción de tierra generando esa preciadísima vida verde.









  • Huichaira  camino a un poblado cuyo  entrada no dice nada pero al atravesarlo sus cerros multicolores enmarcan un valle que sorprende con su viñedo, sus casas color cerro que se mimetizan en ese paisaje,  que luego de una curva permite encontrar una escuela donde aun se tañe una campana y da acceso a una subida difícil pero que premia con un mirador excepcional donde se contempla  toda esa inmensidad







  • Uquia … la ruta nos llevo suave y descansados  y nos recibió con una plaza con puertas y rodeadas de puestos de tejidos multicolores , coronada por una iglesia antiquísima y su colección de ángeles arcabuceros, al costado de la misma un camino de tierra nos lleva al cementerio y por detrás de este un portal a un nuevo espectáculo de la naturaleza, “ la quebrada de las señoritas” , con sus cerros rojos que rodeaban un gran valle verde y al caminarlo permitieron encontrarnos con todos los matices de colores en sus laderas que parecían derretidas tomando formas dentro de sus formas y al final del mismo una gran pared blanca que provocaba en uno profunda admiración ….










  • Visitamos el taller de Haro Galli, podríamos decir que de “casualidad”… pues se nos cruzo en el camino.. y junto con su atelier, descubrimos toda esa gama de colores y formas ante las cuales es casi imposible permanecer inmune, y al hombre.. al artista,  en su simpleza, en su visión de su tierra que plasma con tan prolífica producción en su cerámica y pintura mostrando el conocimiento del alma de su gente.






  • Volvimos a Purmamarca  algunos mediodías, para pedalear un rato, sentir el viento y medir nuestra tozudez con la pendiente del camino… Y cada vez encontramos  la plaza vestida con los colores y el silencio de sus montañas. Salimos a caminar por sus colorados, a buscar formas en el altísimo horizonte que dibujan las montañas, con colores que  aparecían de acuerdo a como la luz del sol  jugara y con senderos que se cruzaban, acusando el paso del hombre, también rodamos cierto día hasta allí a recibir una maratón donde participaba Raúl y su perro Beethoven y pudimos redescubrir un “Purma” casi naranja (era el color de las remeras de los maratonistas), con una asistencia multitudinaria que cambiaba los espacios del centro sin interferir en esa calma silenciosa tan tradicional. De  regreso a Tilcara la posta de hornillos nos ofreció de pronto una parada de descanso emulando siglos pasados, y la charla con el guía del museo, en la sombra fresca, inyecto energía y curiosidades











y asi como en otro dia de juegos, hoy, nos despedimos de Tilcara, de muchos seres que nos iluminaron el caleidoscopio de sensaciones del pecho.



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