La Ruta

martes, 24 de abril de 2018

Caminata Tilcara - Punta Corral - Maimara


Con ese tilcareño sol de viernes brillando sobre todos los colores de los cerros, en la transparencia perfumada de este amanecer neblinoso que se fue diluyendo en polvo y piedras, nos vestimos de cebolla y salimos con las sonrisas como estandarte a hacer fotosíntesis de paisajes sin camino, de direcciones sin registros, de huellas como ríos de piedra o ríos de piedra como huellas, bajo ese azul irreal e infinito cubriendo la cúpula, de cara o espaldas al sol durante todo su giro por este lado del globo; con Ines y Juli completando el cuarteto de ascenso lento, solo musicalizado por las expresiones de asombro en el idílico plan de llegar casi al cielo, cerquita de Abra corral…
En plena amalgama grupal, ya en las afueras de Tilcara, se unieron al grupo 2 expertos guías de montaña cuadrúpedos de caracteres dispares… un eufórico y ansioso joven que no disimulaba su interés en apurarnos el andar, “Batata”, y Oscar W., que enseguida nos dejo boquiabiertos ante sus demostraciones cursis, se mostró todo un (poeta) sensible  y romántico de modos afectados inusuales para un can… y nos fascino!




El ascenso se inicio duro, acompañado de los colores de los cerros, con curvas que dejaban atónitos ante el cambio del paisaje y sus colores y aromas, y eso fue lo cotidiano durante las primeras siete horas de andar. La sola variación de la luz del sol nos pintaba en destellos nuevos escenarios.
Perplejos, ante la presencia de construcciones en medio de esta nada tan habitada, que mostraban parte de la cotidianeidad de la zona, las piedras simulando madera nos mostraron vestigios de antiquísimas plantas, y con la imaginación lanzada giramos en pleno rol de Indiana Jones en búsqueda de mas y mas.












La aridez extrema cambia bruscamente ante la presencia de apenas algún hilo de agua que brota de no se sabe bien donde, generando una explosión de vida verde, que a los 3700 msnm nos sorprende hasta con ÁRBOLES!!!! Y ahí cerquita, en apenas unos metros mas, el terreno yermo vuelve a ser lo cotidiano, exhibiendo otras múltiples expresiones de vida: plantas que parecen musgo (pero áspero) espinas que se multiplican en todas sus ostentaciones, hojas rígidas de bordes filosos, cactus en toda la diversidad de presentaciones que podamos pensar, flores de papel que brotan de arbustos, otras flores camufladas de langostinos, y muchas mas… y todo ahí bajito, como si nada se atreviera a superar los 30 cm, puesto que ya ni los cardones se animan a esa distancia del nivel del mar… y cuando uno deja de mirar y empieza a ver, aparece la vida animal … serpientes, lagartijas, pájaros, escarabajos, hormigas, y hasta el soberano vuelo del cóndor.
   















En este diáfano espectáculo andante, llegamos a los 3860 msnm, a una meseta irreal en el techo de los cordones montañosos, (cual si aterrizásemos de repente en algún planeta cualquiera),  que nos amplio el horizonte en muchos grados… alli descubrimos las nubes, mas abajo que nuestras pisadas, contenidas en amenazante avalancha atrincheradas tras esos pequeñísimos picos que se asoman a la altura… y cuando toda esa quietud  impresa de movimiento se esparce en fuga hacia nuestras retinas, nos re-descubrimos en cada costosa inspiración, en una planicie salpicada de grandes rocas redondas cual pelotas,  como esparcidas por una maquina enloquecida en todo el terreno.












Caminamos cerquita del cielo por mucho rato, ya finalizado el recorrido que nos respaldo el GPS, siempre recto sobre el tímido senderito de piedras y después de 8 horas sin señales ni “avistaje” de humanos y ya sin referencias textuales de ningún tipo… a pura confianza en encontrar el destino, y si… vislumbramos el inicio de la bajada… una Z perpetuada en la ladera como trazada por un “Zorro” muy ególatra, y allá lejos en el fondo… el poblado!








Luego  el ballet estable de cóndores de bienvenida al crepúsculo, nos giro mas y mas cerca, ocasionando ráfagas de disparos fotográficos (todo siempre musicalizado por exclamaciones, claro) en una algarabía que pudo pasar a segundo plano por un largo rato los pies cansados de pisar terreno movedizo, las rodillas ardientes de tanto soportar el peso del descenso y la proximidad del ocaso que nos dejaría expuestos al frío en esa distancia tan incierta.






Nuestros pies acompañaron a la tierra en pasos inestables por varias horas de reloj con el caserio tan cercano como distante, allá debajo esperándonos a que terminemos de zigzaguear… nos fuimos callando para reservar energías, sacamos linternas para reemplazar el sol, mientras Maimara allí debajo se encendía en una huerta  de foquitos que trazaban líneas imaginarias que alinean el transcurrir de la vida de tantos… y de a poco cada uno entablo su lucha interna para mantener la marcha cada vez mas lenta, vibrando en un humor positivo y al fin… tras 11 horas de caminata casi ininterrumpida alcanzamos la paradoja de asomarnos en plena noche por las espaldas de la Paleta del Pintor.



1 comentario:

Unknown dijo...

Cuanta energia! Wowwww esas imágenes! Mítico! Adore toda la paleta de tonos con la armonia de la naturaleza en todo su esplendor! Lili abrazo enorme son muy grosos, feliz dia, feliz vida donde quieran que estén. Me imagino el cielo de noche en donde estén y me hace feliz! Esa sensación de estado puro, absoluto... libres! Felices Constelaciones Infinitas con Amaneceres inigualables! Mas los mas romanticos Atardeceres los acompañen en esta ruta viva a todo pedal! Besos