La Ruta

viernes, 8 de junio de 2018

Bolivia

Villazon fue la puerta de entrada a Bolivia que elegimos y nos sorprendió el contraste en  muchos aspectos desde los primerísimos metros, ese domingo donde  dejamos La Quiaca con su silenciosa siesta, al parecer perenne,  nos llevo tan solo traspasando el portal  a un mundo de movimiento y color, en el bullicioso ritmo de las calles que no identifican días dominicales, sincronizando en una amalgama perfecta con nuestras jornadas que hace rato no se distinguen con nombres (lunes, martes, etc.) sino por los sucesos y encuentros que cada giro de la tierra nos regala…
Descubrimos paulatinamente que la división política no afecta las costumbres y usanzas de una nación que habíamos empezado a transitar desde el norte de Argentina, estábamos hace rato en los territorios aymará y ni siquiera el paisaje mostró lo contrario.
Hace mucho leí “si en el resto del mundo la modernidad uniforma sin clemencia, Bolivia resiste como orgulloso bastión de aromas y saberes milenarios donde respiran, sin temor a la extinción, mercados de brujas, carnavales y rusticas lenguas nativas. Vamos a Bolivia a que nos presten al alma que el cemento nos robo, un salto hacia lo otro que esconde una búsqueda propia”…y en cada regreso que hago a estas tierras me sigue maravillando mas y mas, esa pertenencia orgullosa de sus habitantes.
En el lento transitar que elegimos, podemos observar con detenimiento lo circundante, y el altiplano nos mostró, en estas épocas de rimbombante lucha por la igualdad de genero,  el enorme rol de la mujer en la cotidianeidad de la vida social y económica, que se nos antojo mas que igualitario en las labores..  “La Chola” encarnando ese  personaje emblemático y colosal en todos los aspectos de la vida de esta región es la columna vertebral de todas las horas… la comerciante en jefe de toda la cocina callejera, en el mercado es mujer orquesta y negociadora, en el trabajo de recolección de residuos, en los puestos callejeros, en los trabajos de reparación y albañilería, en las cosechas manuales de las granjas que vemos desde la ruta, solitaria cuidando el rebaño en medio de la vasta soledad del altiplano, manejando en lo cotidiano toda la economía informal y todo lo realiza con la guagua detrás de la espalda colgada en su aguayo… elegante,  siempre con  el sombrero tipo bombin mágicamente suspendido sobre su aura, sus trenzas decoradas con las tullmas multicolores de pompones oscilantes y sus polleras voluminosas y superpuestas hasta desdibujar totalmente la silueta.
Ellas, tan sorprendentes por su porte, su eficiencia,  su parquedad y su indiferencia, hablando esa lengua ininteligible (aymará) dominaron el paisaje, controvertido muchas veces entre la admiración y las sensaciones de displacer que provocaban cuando nos negaban el saludo o la mirada inclusive,  aun a costa de perder ventas como si uno no existiera

Todo esto fue común en Uyuni, La Paz y Copacabana, donde el quedarnos nos permitió vivir Bolivia ya no como turistas sino como más participes de esta sociedad.










En La Paz nos regocijo vivir el significado de una casa ciclista por primera vez, allí Cristian (anfitrión) nos mimo con su hospitalidad permitiendo la magia del encuentro con biciviajeros de distintas latitudes del globo, en la comunión de experiencias y convivencia y luego inauguramos  sensaciones cuando probamos pasear con las bicis a mas de 4500 msnm y el aire nos hizo notar la ausencia de oxigeno,  el frío de la altura y la lluvia dentro de las nubes











Desde la salida de la capital, todo fue sorpresas nuevamente... transitar el mercado del Alto (al cual llegamos montados en un teleférico con pausas oscilantes a muchísimos metros del suelo) fue todo un viaje zigzagueando un mercado inverosímil, donde se muestra frutas, repuestos de autos, flores, tecnología, muebles, chamanismo, y lo que se te ocurra... tardamos mas de 2 horas para atravesar este mar de gente y objetos hasta poder sentarnos sobre nuestros corceles, y restituir el silencio inherente a nuestro andar.
Las comunidades fueron un continuom en el camino, como pequeños caseríos enlazados que conservan su identidad, viéndose esto en algunas asambleas  que sin la ostentación de recintos, sin los protocolos y  sin las pompas que habitualmente vemos en la política, allí sentados en la igualdad trataban sobre los asuntos de sus comunidades resolviendo en favor de todos  y luego el color de las fiestas  comunitarias que fuimos cruzando. En la comunidad de Jankoamaya nos sumaron a participar de una Morenada, tendiéndonos las manos como puentes en la integración a sus bailes tradicionales, con el sol a pleno refulgiendo brillos y niños correteando en la pista ante el Dios omnipresente      vigilando desde la iglesia... nos sentarnos a la par del Mallku (jefe comunal) a compartir una cerveza y muchas risas.
El Mallku estaba vestido occidentalizado traje y corbata como casi todos los hombres de la fiesta, pero luciendo su lazo o chicote y su q`ipi, conformando esta dualidad en el poder "chacha warmi" nos acogió también su esposa, y en un acto poco solemne hicimos intercambio de sombreros







Copacabana fue seducción, desde el primer momento el gran espejo transparente del Titicaca  hizo añorar el kayak, tentaba tanto flotar sobre ese cielo liquido en la contemplación de la eternidad del movimiento...  observar sin prisas el fondo verde lleno de vida jugando con el sol.. que en esto de traer  los sueños al terreno de los proyectos, el deseo se concreto en una travesía grupal hasta la isla del sol, con el apoyo incondicional de la luna llena.
































Con las alforjas llenas de ricos recuerdos, partimos de Bolivia bordeando ese tremendo lago que se cree mar. 
Gracias por incursionar con nosotros en esta semana-vegana chicos, y en el festejo diario de la loca aventura de estar vivos!!!



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