En horas de la mañana, frente al Titicaca empezamos a
despedirnos de Copacabana emprendiendo rumbo a la frontera, que a cada vuelta
de pedal nos acercaba a Kasani y asi internarnos en el Perú. Rápidamente
hicimos los papeles y sellado del pasapaporte que nos permitieron rodar las
“pistas” de esta nación.
Inmediatamente el paisaje se transformo, no por lo geográfico
sino por lo humano, geográficamente el lago siguió a nuestra derecha por momentos
siendo todo horizonte, con la isla del sol rompiendo la monotonía del agua y al
frente una ruta plana con sembradíos de papas vaya a saber que variedades y plantíos
de cereales, en lo humano si fue la sorpresa, a nuestro paso personas que
trabajaban el campo saludaban y deseaban
buen viaje, con sonrisas anchas. Estábamos en la provincia de Yunguyo y los
pueblos se sucedían , uno tras otro, Queñuami, Cunuropi, Chimbo, Pomata y en
todos se repetía esta imagen, trabajando la tierra artesanalmente, hombres y mujeres a la par.
Cerca de Chimbo nos llego la primera sorpresa, fuimos
invitados a ver la cosecha de papa, detuvimos el andar y nos recibió Don Alberto,
que junto a unas mujeres y otros hombres
trabajaban estas tierras, sus pies descalzos y sus manos rugosas tenían la
apariencia de ser uno con la tierra y un
rostro donde no se podía descifrar edades. Nos llevo a un costado donde desde
la misma tierra saco unas papas, aun calientes y nos invito a comerlas,
inmediatamente se nos acerco un muchacho
ofreciéndonos queso. Se trataba
de una manera rustica de cocinar, Pachamanka, y la papa cocida de esta manera
es Huatia, consiste en hacer con terrones de tierra un horno, al cual con ramas
secas se lo caliente hasta que la tierra del mismo esta casi roja, se retira
las brasas y dentro se colocan las papas y se derrumba el horno y se lo cubre
con tierra y luego de media hora todo esta cocido.
Todo esto fue una experiencia enriquecedora y emotiva,
personas que sin mas compartían sin pedir nada a cambio.
Continuamos rodando por la pista y aun conmovidos por lo pasado llegamos a
Juli, decidimos quedarnos y aquí llego
otra sorpresa, una fiesta, la celebración del patrono de la ciudad, donde la música
de distintas bandas, los colores de distintos trajes y gente de todas la edades
participaban con alegría en sus danzas folclóricas, la ciudad estaba vestida de
colores en su gente que tornasolaban la plaza de armas con sus movimientos.
Puno ya estaba mas cerca, la ruta confortable para el pedaleo,
el Titicaca que nos siguió acompañando regalándonos horizontes cambiantes, las
poblaciones que seguían sucediéndose y nos daban al paisaje los colores de sus mercados y así llegamos a Ilave, capital del pueblo
Aymara y que debe su nombre a hilar con ruca, ya que era el centro de comercio
de los tejidos en lana de llama y alpaca.
Chucuito fue la siguiente población, donde aparecieron las
primeras ruinas de un templo incaico, sus casas en piedra llamaban la atención remitiéndonos a un mundo precolombino.
Y luego si, llego Puno a orillas del gran lago donde habitan
los Urus con sus islas flotantes de totora que en el pasado hablaban varias
lenguas y actualmente solo sobrevive la lengua chipaya y el resto adopto la
lengua aymara. Aquí nos recibió el frió intenso y al segundo día lluvias, y que
al estar sin equipos adecuados nos llevo a decidir partir hacia El Cuzco o El
Cusco o EL Qosqo la gran capital del imperio inca.