Perú quedo atrás e ingresamos a uno de los países mas pequeños de Sudamérica. Luego de un rápido tramite fronterizo comenzamos a pedalear nuevas costumbres, nuevos modismos en el lenguaje y nuevas sensaciones en esta parte de “la América” nuestra.
Desde los primeros metros, este país nos puso un manto grueso de nubes
que impide ver la posición del sol, como
el mas notorio cambio después de la frontera, el mismo cielo gris que todas las
horas nos acompaña, de a ratos con llovizna, en la monotonía repetitiva de una cúpula
homogénea y sin destellos… todo el viaje
por Ecuador es teñido de grises, el cielo uniforme y sin estrellas, la luna
ausente en todo sus ciclos, las fotos desteñidas por lloviznas.
El paisaje externo cambio radicalmente pero el interno continuo
igual, fortalecidos por la alegría de un
pronto reencuentro, con nuestra familia viajera que nos espera un poco mas
adelante…
Los pueblos se sucedieron en este camino, Arenillas pegado a la frontera, Santa Rosa,
Machala , en este trayecto nos encontramos con continuas plantaciones de
Guineos que se extendían a ambos lados de la ruta y se perdían en el horizonte
como un mar de verdes y grandes hojas que se agitaban con el viento y nos dejaban presa la vista en su exoticidad
frondosa… en algún momento nos hizo
señas uno de los tantos seres que estaban en la cosecha, Javier, invitándonos a
ser parte, a poner todos los sentidos en ese cultivo tan novedoso, de una fruta
que fue la primera que comimos en nuestra mas tierna infancia.
En pocos minutos saludamos a todos y nos fuimos a recorrer los
lotes embarrados, paseamos por todo el proceso, desde el desarrollo de las
plantas a la cosecha de guineos (así se llama aquí a las bananas) para exportación,
con explicaciones y demostraciones practicas que saciaron ampliamente nuestro desconocimiento.
Allí aprendimos que plátano no es lo
mismo que banana, y siendo éste uno de los productos básicos de la alimentación
de la zona, se lo llama directamente “verde” o “maduro” dependiendo del estadio
en su maduración, se come hervido, frito, a la parrilla y de relleno de mil
preparaciones, y es parte del desayuno típico (café con bolon de verde).
En Naranjales nos hospedamos en el cuartel de bomberos donde nos
recibieron muy amablemente y fuimos invitados a tomar un
“Morocho” bebida a base de maíz y leche tibia típica de estos lares,
para terminar el día.
El camino prosiguió con destino Guayaquil, la gran ciudad, esa que
se nos dibujaba en altísima contaminación auditiva como las urbes anteriores
que atravesamos… y zas! el sello en el pasaporte no solo abarcaba cambios en la
moneda en curso jaja, también las costumbres citadinas se manifestaron notorias
con bocinas ausentes, transito ordenado, una gran ciudad silenciosa y casi vacía
que disfrutaba y ofrecía su silueta en un día festivo.
El río Guayas traspasa la ciudad de Guayaquil y en toda la zona de
costanera nos mostró inminentes semejanzas con nuestro querido río marrón, y allí
quedamos absortos en contemplaciones que se acurrucan con recuerdos, en sereno
disfrute de una esplendida tarde soleada
Pasamos en nuestro avance frente a un lugar que nos gusto mucho, y
entramos, y como nos gusto aun mas, nos quedamos un par de días a descansar o a
vivir el paisaje aun mas lento, mas estático… hasta que partimos de Parque
Lagos luego de un asadito de ritual y siempre
siguiendo la ciclovia que escolta la ruta de pueblo en pueblo en las
incontables subidas y bajadas que no permiten a la ansiedad la visión de un
panorama extenso de los Km. hacia delante,
La ruta costera que hilvana
las playas de Ecuador se llama SPONDYLUS que es el nombre de unas caracolas que
en un tiempo los Incas usaron como moneda de cambio, esa serpenteante cinta
gris comploto con el tiempo y el
cansancio de nuestras piernas para que la parada de descanso de la tarde la
concretáramos bien lejos de poblados ni caseríos visibles, y en medio de esa
soledad concurrida de tanta vegetación, justo en una de esas sincronías que
tanto nos atrapan en desconciertos, apareció
Paola que nos invito a la finca de sus padres allí detrás del verde por
un caminito de cuentos… y una vez que atravesamos las puertas otra vez la magia
del encuentro genuino nos ilumino las horas, las anécdotas rodearon la mesa
entretejidas por la novedad del mate y las exquisiteces culinarias que la mama
preparo en algunos pases mágicos … y su familia también se hizo nuestra,
mientras un hada pequeña nos lleno de abrazos de esos que te pintan colores
bonitos, la pequeña Lili con su afectuosidad y su luz ilumino la escena y
acaramelo nuestras sonrisas.
En la mañana emprendimos camino hacia Baños en el convencimiento
de el encuentro de cascadas y lugares maravillosos, pero resulto que esos eran
otros Baños, se nos habían confundido las rutas en la prolífica cantidad de
destinos que nos tientan… entonces seguimos rumbo norte hacia la tan
mentada playa de Montañitas, a casa de una ciclista que nos recibió en su hogar
en el placer de las charlas y los sueños compartidos de viajes por venir.
En este lugar nos deleitamos con uno de los mas imponentes ocasos
en el Pacifico que hayamos tenido, (y el único desde que entramos a Ecuador)
mientras el mundillo de surfistas desplegaba toda una serie de actividades tan
propias de esta tribu.
LA RUTA al norte de montañitas va sorteando sencillas aldeas de
pescadores, con sus esbeltas embarcaciones varadas en la arena, los hombres
reunidos en los frentes de las casas tejiendo redes, los motores fuera de borda
colgado de sus caballetes, el calor, los niños jugando mientras las mujeres
preparan maduros en sus variadas versiones…. Y cada mañana hacen sus jugadas…
cada jornada avanzan sus peones hacia el mar como lo hacen desde milenios atrás
los navegantes de esta zona.
Estos pescadores encomiendan el futuro de sus familias a la
fecundidad de las redes que siembran en el mar.
y en este deambular lento, enamorados del paisaje, tuvimos nuestro primer avistaje de ballenas... en su juego vespertino con la cría nos dejaron a pleno suspiro de emoción